UNA NOCHE SIN LUNA
Las noches son como las caídas a la
profundidad del desconsuelo. Se acompañan de disgusto, decaimiento y
pena, con mucho frío y llenas de oscuridad, pero mas allá, hay un pequeño y diminuto
punto de luz que se mueve titilante en el horizonte de negra profundidad. Se que
camino hacia ese lugar, aunque me acompañe la pena, se que hay al menos un poco de
esperanza por la única y posible salida hacia un horizonte lleno de luz. Esta
noche en particular, a diferencia de todas las demás, siento que camino mas rápido
o, que el camino es más corto, no lo sé; siento que el punto de luz va
creciendo en tamaño.
Me voy acercando a ese punto de luz, y
cuando mas cerca estoy, mas grande se observa y se siente una luz que quema mis
pupilas, el desconsuelo ya es poco y el éxtasis es mayor, la noche ya se termina
y entro al espacio de luz incandescente.
Ahora no es frío, es calor, una sofocante experiencia que llena todo mi
cuerpo, la siento correr por mis venas quemándome, es éxtasis, es placer, es satisfacción.
Subo y bajo como en una montaña rusa. La sensación de la boca reseca y mis ojos
ofuscados por el pensamiento, me tiran a un estado de somnolencia incontrolable.
Ya no quedo en medio de la noche, solo el vómito que me produce la reacción
posterior es una señal de que deseo más, y me pregunto, ¿hasta cuándo? Mi corazón
palpita irrefrenablemente y me vota al piso, solo siento el dolor en el pecho y
el corazón que se quiere salir, mis ojos piden auxilio y se cierra el telón.